Dentro de miles de senderos

Por Estela Ferrer

Cuando descubrí Recostado al horcón, hojeando una revista de CdeCuba no tenía la menor idea de quién era el artista. Increíblemente había pospuesto, en varias oportunidades, exposiciones que llamaban mi atención por lo sugerente de los títulos: La fruta también tenía espinas, y La dicha del viajero, pero nunca fijé realmente el autor. Constituían invitaciones de esas apetitosas, que ya no se ven mucho. Para mi sorpresa descubriría un año después que todas eran de su autoría, incluso las de una reciente muestra colectiva de arte cubano realizada en Perú que indaga acerca de la historia como constructo y a donde fue invitado debido a sus manejos tan peculiares del paisaje.

No fue hasta el 2017 que por azar un día me llevaron al Garaje, como usualmente nombramos a su estudio en Playa y entonces Con Musashy en Viñales, una lona inmensa de una de sus últimas travesías por el campo cubano me recordó, de golpe, mis orígenes: la distancia, soledad, energía y anarquía del paisaje que es imposible dentro de una ciudad como La Habana que devora todos los tiempos, parajes y posee otros encantos, pero no ofrece ese tipo de magia inconmensurable, desatada a base de manchas, líneas y trazos frenéticos en los cuadros de Maikel Sotomayor.

El artista que hoy presenta piezas como Contemplo más de mil años-obra que contiene una única flor de loto-aludiendo a lo originario de la flor misma y la tradición legendaria inherente a la pintura comenzó con trabajos mucho más abarcadores y explícitos, marcados por el necesario tránsito por los estilos de vanguardia, para posteriormente dejarse caer en los códigos visuales de la intensa paleta de las Fieras.

Sin embargo, este salto formal sería aún más amplio posteriormente al elegir el acrílico y junto a ello la mansedumbre ─viene también como una suerte de postura al funcionar Maikel más bien como un sujeto interesado en lo matérico, los análisis desde el punto de vista zen (la poesía visual, el desentrañar metáforas y procesos al interior de varios elementos) ─ de los nuevos tonos verdes, tierras y azules. Como lenguaje se ceñiría al expresionismo, que le ofrece la libertad necesaria al ponderar el carácter dinámico, fluido de la pintura y, al mismo tiempo, la homologación constante de la imagen poética y la imagen visual que es vital para comprender su proceso creativo.

La vivencia de su andar por senderos y sitios de la geografía insular ha conducido su trabajo por los caminos del paisaje, pero no pocas veces un paisaje caprichoso, que enmascara el trópico al elegir plantas como el cactus en Salió mal el invierno, evocar la memoria familiar en obras como Miércoles para Martín donde su tío es figura central de la composición o ser parte del cuadro mismo, desde la inclusión de su propia figura resuelta en escasos trazos en Me piro mamá.

Varias sendas recorre Sotomayor en un viaje sin descanso y la ruta conduce a un viaje interior de gran intensidad reflexiva o a una espera que poco a poco devela sus progresos dentro de lomas, ramas y ríos. En esa temporalidad que emparenta su quehacer a lo enigmático, meditativo y el suspense, Maikel atrapa a los espectadores. El proceso receptivo muchas veces se completa con el letrismo. Las claves que poco a poco ofrece ayudan a construir un mapa y en cierto modo ser parte de la aventura de ese paisaje que estará ahí mañana.

En el propio mapa que contiene su cuerpo, creado a base de tintas, definitivamente la polimita ya ha sido superada, aunque supongo que la golondrina aún mantiene una poderosa vitalidad. Hasta ese punto, los símbolos de sus obras forman parte de su cotidianidad, de la investigación y el proceso de interacción con las imágenes cual autorretrato de nuevo tipo. Definitivamente Maikel ha logrado hacer una pintura donde se debe mirar con cuidado al sujeto para comprender su noción tan personal del paisaje. Un sendero comenzado en la muestra Casita con c de coco (2011), hoy se muestra luminoso ante los nuevos desafíos de la serie Cuarto menguante. Supongo que nuevas preguntas serán las hechas ahora a la luna pero qué bueno haberle encontrado al fin, dentro de miles de senderos.