Pintar el enigma: (Diálogos en intervalo)

Por David Mateo

 

David Mateo: Maikel, cuando nos conocimos hacías un paisaje generalmente panorámico, donde se recreaban los entornos rurales que habías recorrido con anterioridad, las distintas sinuosidades del terreno, y ahora estás inmerso en un paisaje que reconcentra la mirada, que acerca planos, relieves y objetos. Te confieso que me seduce más esta obra de acercamientos, escudriñadora, donde se diseccionan el panorama, las figuras, y se extraen algunos componentes peculiares del lugar. Con este nuevo proceso tu paisaje alcanza un punto interesante de evolución, se dota de una mayor incógnita. Comienzas a captar, con madurez y agudeza, aquellos aspectos que desde tu punto de vista resultan más sugestivos, portadores todos de una connotación simbólica superior. Aunque para algunos pudiera parecer una apreciación paradójica, siento que, mientras ese paisaje se está reconcentrando, el área de visibilidad enriquece sus valores perceptuales, y todo ello va estimulando el trabajo con los grandes formatos, que le vienen muy bien a tu perspectiva visual. Siempre te he visto ubicado en los grandes formatos, y creo que todavía estas en condiciones de alcanzar escalas aún mayores. En realidad, me satisface mucho esta nueva etapa que recién comienzas en tu pintura, donde la pincelada se amplifica, se hace más fuerte y expresiva, donde las composiciones se cargan de una complejidad poética…

Maikel Sotomayor: A mí siempre me han interesado las composiciones pictóricas donde tú puedes identificar con claridad lo que tradicionalmente se conoce como paisaje. Me refiero a esa vista donde se aprecia el horizonte, lo espacios exteriores, sobre todo campestres, donde uno es capaz de reconocer montañas, árboles, pastos, sol, nubes, etc… Pero creo que con el tiempo he ido haciendo una especie de close up, fui pasando del interés por hacer una representación general de los elementos a concentrarme en algunos de ellos en específico.
El proceso de selección de esos elementos tuvo que ver con los niveles de identificación que fui estableciendo con ellos. Por ejemplo, fui entendiendo mejor la montaña en la medida que la fui renombrando, recontextualizando; fui interiorizando el sentido metafórico que podría tener ella, no solo dentro del paisaje rural que hacía, sino también en el mundo citadino desde el punto de vista conceptual. Me interesa trasladar la noción de paisaje hacia el ámbito de la ciudad, donde adquiere otra dimensión metafórica, como en los casos del huracán, la piedra, elementos que uno está evocando comparativamente todo el tiempo y que encuentras cotidianamente en esos espacios exteriores. En la medida que he ido profundizando mi experiencia de vida dentro de la ciudad he ido utilizando el paisaje desde esa connotación alegórica. Es una especie de proceso bumerang: mientras voy trabajando este concepto del paisaje en la pintura voy cifrando también algunos importantes contenidos dentro de ellos. Hubo una etapa en la que pintaba muchas piedras, y en la que no solamente me interesaba el volumen o la forma de la piedra, sino a partir del hecho de que debajo de esa piedra había un mundo: plantas, animales, insectos, intrigas…, y ese gesto simbólico de suspender la piedra en el medio del cuadro, de dejarla levitando, propiciaba un enfoque alegórico. Era un indicio de descubrimiento, de revelación de todo aquello que se encontraba oculto y donde no estaba la mano del hombre. O sea, me interesaba el paso del hombre por el paisaje como sinónimo de sospecha, de duda, de contradicción. Poco a poco fui llegando a esa idea de mover los elementos que están físicamente integrados al paisaje para crear sospechas entre ellos.

DM: Efectivamente, expandir las sospechas del objeto conduce a la multiplicación de las connotaciones inductivas del entorno. Tiene que ver con una idea que expuse sobre tu obra en uno de mis textos anteriores: la de un paisaje desarrollado desde la dimensión del símbolo. Creo que fue una hipótesis que a ti te interesó en determinado momento…

MS: Y me sigue interesando, porque ella refleja con bastante precisión esa perspectiva de la que te hablo…

DM: Pero en esta exposición que has preparado para la galería Galiano siento que por primera vez esa connotación simbólica del objeto cobra verdadera trascendencia. Quizás haya algunos cuadros en los que todavía prime la visión panorámica, abierta, pero uno siente que comienza a imponerse con mucho protagonismo la figura, el objeto, el artefacto, enfatizando la idea de que esos elementos son los que traducen o sintetizan fehacientemente el espíritu que hay dentro del entorno paisajístico. Otra cosa que me parece interesante en esta etapa es que los niveles narrativos, la descripción sobre lo que se ha vivido o experimentado dentro del paisaje se hace más indirecta, casi pasa a un segundo plano, en aras de que el espectador pueda involucrarse un poco más, pueda especular, poetizar, acerca de los ambientes a los que se aproxima. A mi particularmente me funciona también esa fusión que ahora se acentúa entre la noción de lo ancestral, de lo primigenio y lo contemporáneo. Hay
cuadros que advierten esta tendencia vinculante con mucha claridad, como El Vigía, Isla infinita, o Lago para menguar…

MS: Hay algo que he aprendido en la medida que he trabajado contigo algunos proyectos, y es el tema del aliento. Me interesa mucho el aliento que se configura ante mí. Es la lectura de esas imágenes que a veces tienes frente a ti y te provocan, y al mismo tiempo percibes el espectro de ellas, que es lo que yo denomino aliento, que también puedes representar, plasmar en un cuadro, aunque es mucho más complejo porque tiene que ver con el periplo, con el viaje, con el hecho de vivir el lugar, de cómo pintas una experiencia. No se trata de representar un lugar tal cual, sino de filtrar toda esa información que has acumulado y de que llegue bien a un receptor determinado. Es importante que uno sea capaz de captar ese aliento en la obra, que a veces es como una huella o un gesto, y que al mismo tiempo no hagamos concesiones hacia la realización de un paisaje fácil, cómodo de entender… Se trata de representar, lo más sinceramente posible, una acción que intuyes, que sientes. El enigma es algo que me interesa mucho en el trabajo; me interesa pintar el enigma. Es algo que se pone difícil a veces, pero es un reto para mí, y lo voy disfrutando en la medida que lo voy logrando. Se trata de espectrar, de introducirse como un agente activo dentro del cuadro, me refiero al sujeto creador, al hombre que va trabajando en el cuadro. La obra que realizo, condicionada además por una persona como yo que viene del campo, de Manzanillo, Granma, graduado de una Academia como San Alejandro, y que vive ahora en una ciudad como La Habana, se ha permeado de la evocación, del recuerdo. Me interesa mucho la evocación, el trabajo con los recuerdos.

DM: Creo justamente que una de las lecciones que has aprendido bien en estos periodos de trabajo es que no es imprescindible hacer un dibujo o retrato meticuloso del recuerdo, de la evocación, siempre y cuando las emociones de vida que ellos soportan estén visiblemente traspoladas y recreadas a través de una acción artística unívoca, acción en la que se involucran las figuraciones, los colores, el diseño compositivo, todo… Pero creo que en esta exposición de Galiano se hace todavía visible una especie de pugna o emulación de procesos. Está por un lado la tendencia que sigues teniendo hacia la ilustración y por el otro un esfuerzo por ubicarte definitivamente dentro de la expresión abstracta. Yo veo tu futuro pictórico anclado más bien en la abstracción, pero por ahora ese tránsito se va manifestando lentamente, aunque no por ello de manera menos segura o consciente…

MS: Desde el espectador que inicialmente soy hasta el momento en el que me convierto en el ejecutante del cuadro, siento que hay varios niveles por donde pasa la imagen. A veces veo un objeto o una zona dentro del paisaje que interpreto como una especie de “defecto”, de “anomalía”, los escojo y empiezo a filtrarlos en varios niveles antes de que llegue la imagen que decido pintar. Y esa imagen que decido pintar viene cargada con el sentido casi abstracto del paisaje, con el sentido metafísico, quizás con toda esa contradicción que me interesa de sus elementos y la sospecha de la que hablábamos, el enigma. Hay veces que uno se adelanta a pintar o a ilustrar una vivencia. Creo que los niveles de intensidad que puedas sentir cuando vives algo, inciden en las formas de representación. Yo quisiera -y creo que voy en ese camino- que cada vez que vea una imagen para mí contundente, rotunda, pueda captar su esencia espectral, su aliento, y donde no fuese tan obvio lo que estoy representando, sino tal vez más difuso. Pero a veces la imagen es tan fuerte que terminas seducido, y es menos intensa la manipulación visual que puedes hacer con ella.

DM: Si hay algo que me parece interesante en esta exposición es que se refuerza también el ambiente de nocturnidad. Cuando observé tus paisajes por primera vez, aunque me di cuenta rápido que eras un pintor de mínimas coloraciones, o más bien de coloraciones atenuadas, me percaté de que te interesaba representar el panorama desde su dimensión de claridad, trabajar el día o el atardecer campestre, y sobre todo la luz propia que eran capaz de reflejar los objetos o los rincones; pero ahora, a medida que el plano compositivo se va cerrando, también el cuadro se va haciendo más oscuro, se va poblando de una nocturnidad emblemática, y parece que esa nocturnidad viene condicionada por una ligera modificación de tu estado espiritual e interpretativo…

MS: David, hay una frase que no recuerdo muy bien de Rabindranat Tagore pero que expresaba algo así: …la luna abre en silencio la flor para que el sol se robe la atención… Es como si las celebraciones verdaderas ocurrieran durante el día, cuando realmente muchos procesos interesantes, decisivos de la naturaleza, ocurren en la noche. A mí me interesa la transformación que pude haber en el paisaje como proceso, durante un espacio de tiempo en el cual nosotros no somos los protagonistas, o no estamos para ver cuando sucede. Lo oscuro siempre me ha llamado la atención, como un espacio donde se esconde el cambio, y me interesa como metáfora existencial en cualquier otro espacio. Todo lo que se gesta en la oscuridad pudiera ser la primicia de lo que veremos en la luz. Para mí las lunas han sido claves en ese sentido. Cuando hablamos de la noche, de una noche muy oscura incluso, el reflejo de la luna es lo único que ilumina. Me seduce esa metáfora en la cual no todo es completamente oscuro y al mismo tiempo esa pequeña luz es capaz de transformar, y de incidir en el ser vivo. Hay una estadística que a mí me llama mucho la atención y es que la mayor cantidad de accidentes automovilísticos en el mundo suceden con la luna llena, hay un mito con la luna llena, el más conocido de todos es el del hombre lobo, y en su basamento se hace referencia a un proceso de transformación, de gesto en el hombre, al aumento de su adrenalina, y al mismo tiempo las fases de la luna tienen también sus claves históricas, sus enseñanzas que van de generación en generación. Los pescadores, por ejemplo, saben con qué tipo de luna deben pescar para que la carnada no sea tan vista, y el pez a su vez ha ido aprendiendo con qué claridad debe salir a buscar la carnada para no ser engañado, todo tiene un tiempo de gestación en la noche que a mí me interesa. Veo más el día como un espacio de contemplación pacífico sobre lo que se gesta en contienda durante la noche. Creo que la noche es un proceso clave donde se transforma mi pintura, donde surgen mis motivaciones para pintar y los elementos que represento. Quizás esa tendencia mía a pintar en estos últimos tiempos las lunas, esa variante de hacer coincidir en un cuadro tres o cuatro lunas al mismo tiempo tiene que ver con la intención de enfatizar esos cambios que se producen en la naturaleza, cuáles son sus efectos sobre nosotros. Podemos mencionar la pieza Posado sobre la noche, o tal vez el mejor ejemplo sea la obra Paisajes menguantes, que recientemente llevamos juntos a exhibir en Ginebra, Suiza, en ella aparecen las cuatro lunas más importantes: la luna nueva, cuarto menguante, luna llena y cuarto creciente. En el centro del cuadro hay una especie de piedra amorfa que levita, algo que no somos capaces de descifrar, y es una alusión a los fenómenos que pueden ocurrir cuando violentamos esa naturaleza de las cosas. Creo que la noche es un espacio, una locación que se presta para múltiples reflexiones.

DM: Pero en tu caso la noche también induce una exploración perceptual, es un pretexto para moderar tus artificios pictóricos, para encontrar otras formas de imbricación entre el dibujo y los complementos tonales del ambiente. Apropiándome un poco de esa metáfora que en alguna ocasión has utilizado, diría que como ese animal que agudiza la mirada dentro de los espacios nocturnos para divisar los objetos y acechar a sus presas, ahora tu perfeccionas tu metodología visual para crear nuevos puntos de relación, de balance entre los niveles estructurales y cromáticos. Creo que el trabajo con la noche te ha estado llevando hacia una pintura más conciliadora desde el punto de vista técnico, metodológico, esa vivencia te está ofreciendo nuevos y más sofisticados artificios pictóricos. Un ejemplo de ese desarrollo y ese aprendizaje gradual se reconoce en las veladuras o transparencias, que con mayor fuerza se están manifestando en tus cuadros.

MS: La pintura es un recurso que he aprendido a valorar y a amar, un medio donde quizás no son tan importantes los elementos que lo caracterizan, y hablo de color, de sustancia, de brochas, telas, bastidores, etc… Es una vía, un instrumento abarcador que me permite captar una estancia, la atmósfera de un lugar. Y el reto mío, más que representar la noche en sí, es el de representar el momento que he vivido de la noche. Con la pintura no pretendo exorcizar un estado de ánimo, sino mostrar cómo me he sentido en esos espacios por los que he transitado, qué ha sido lo más relevante en esos lugares y lo que me ha estado motivando dentro de ellos. En ese momento comienzo a darle lugar a determinadas aguarracinas, veladuras, formas de color, de empaste, que cada vez tienen más que ver con la organicidad, con la textura de esa realidad que me interesa evocar, y eso es para mí más importante que todas las cuestiones técnicas que pueda tener la pintura como medio artístico. He superado ya esas etapas en las que me preocupaba por mezclar un color con otro para que me dé un tercero, y he arribado a un periodo en el que juntar elementos, que se entienden como color-pintura, tiene como propósito exclusivo recrear un ambiente que tengo en mi mente o ante mí, y que nunca ha dejado de ser enigmático, un instante fugaz, un lugar que vi y que quizás ya no veré más, y en lo adelante no tengo otra disyuntiva que recordar o evocar. En la medida que voy conformando esas imágenes y avivando esa obsesión, porque a fin de cuentas se trata también de una obsesión, es que me interesa permanecer en el medio pictórico. Mi proceso artístico se concentra en una idea básica y simple también de cierto modo: pintar para recordar.

DM: Para decirlo entonces de otra manera, el recuerdo, la evocación, te está haciendo mejor pintor, y esta muestra que presentas ahora en Galiano es un buen ejemplo de ello…

MS: Bueno, yo siento que estoy cada vez más cerca de la medida o la noción artística que aspiro…

DM: Entre las obras más sugestivas de la exposición está la que se titula El ojo del amo… Entre tú y yo, ¿A qué tipo de amo te refieres? ¿Es un término abstracto o alude a tu condición de sujeto artístico? Si se tratara de la segunda variante, pudiera suceder entonces que algunos espectadores llegaran a interpretar la elección del título desde una perspectiva algo arrogante, como aquella que se refiere al que lo observa todo desde las alturas, o como si ya estuvieras en condiciones de presumir una etapa de dominio o control sobre tus procesos artísticos. ¿No te preocupa estimular esa clase de especulación anticipada?

MS: Compadre, el ojo del amo engorda al caballo, así de simple… A los caballos y a los perros que aparecen en mis paisajes yo les he dado comida… Ahora que me hablas de ese tema, te puedo decir también que en mis cuadros hay cuervos, hay hogueras donde se pudo haber cocinado, hay noches, y cada una de esas cosas necesitan alimentarse. Pero ese proceso de alimentar tiene sus beneficios y sus contrariedades. Si te descuidas un poco, como en el caso de los cuervos que aparecen en mis obras, pudieras terminar siendo alimento para los otros, para aquellos que inocentemente un día quisiste alimentar. Ese enigma del amo al final es muy atemporal. Esta es una exposición que evoca algo que tú mencionabas en tu texto El paisaje desde la inducción del símbolo, un texto que respeto mucho, la necesidad de captar el aliento insular. A partir de ahí podemos sugerir otros niveles de interpretación, quizás más provocadores, como esa relación que se pudiera establecer entre la isla y sus tutelares físicos o simbólicos. No se trata de crear una denominación ambivalente, sino todo lo contrario, de que pueda asimilarse a partir de cualquier posible deducción. Creo que esta es una exposición que se mueve mucho en ese sentido, que trabaja sobre la metáfora relacional entre la persona que cuida y a la que es cuidada. El titulo lo induce un cuadro en el que he representado a un perro dormido, que parece que ha digerido una casa. Como tú sabes, el perro tiene una muy bien ganada reputación de celador, de vigilante de la casa, y si se la traga entonces su misión se hace todavía más expedita, más cómoda…En fin, para mí es muy sugerente, muy provocativo el título. El ojo del amo puede referirse a lo que me perturba o me vigila, pero también a lo que me descuida o alimenta.

David Mateo y Maikel Sotomayor La Habana, 14 de diciembre de 2017