Por Daniel G. Alfonso
Durante la segunda visita que hice al estudio del joven creador Maikel Sotomayor, debo confesar que el espíritu que emana el espacio y sus obras inspiraron la realización de este texto que expresa y hace un acercamiento a un fragmento de su producción actual. Algo sucedió, no sé si misticismo o un estado reflexivo, cuando salí de su lugar de trabajo que varias ideas sobre su quehacer vinieron a mi mente.
Cada escena representada por Maikel en sus obras, es un universo diferente que caracteriza la naturaleza que le rodea y lo acompaña en sus diversas actividades artísticas y personales. Cada tela alberga construcciones que subrayan su paso por el tiempo, que hablan de su pasado y que manifiestan su presente. Sotomayor pinta cuadros con una carga semántica donde el color se convierte en poesía, la forma en métrica y el tema en un pretexto para describir escenas provinciales, urbanas o rurales. Cada elemento colocado en la composición es de vital importancia a la hora de hacer posibles lecturas, él trata de jugar con la sensibilidad y subjetividad del espectador.
Maikel Sotomayor, debo decir, pinta paisajes. De hecho pertenece a la nueva generación de creadores que se insertan en lo que se puede catalogar como “los renovadores y continuadores del género”. Su postura es muy clara y definida, éste -el paisaje- es un vínculo que le posibilita reflejar sus preocupaciones. Recuerdo cuando nos encontramos por primera vez para hablar de trabajo, ahí me enseñó por carpetas separadas sus telas y sus dibujos.
En su conjunto estaba frente a un artista que explota en sus obras una metáfora a la vez geográfica y filosófica. Poderosamente captó mi atención una serie de dibujos que formaron parte de su exposición “Casita con C de Coco” (2011, Casa de Cultura de Plaza), pienso que sus primeros pasos en la exploración de la temática del paisaje. Aquí, la casa se convierte en el elemento protagónico que insertada en un paisaje planteaba y reflexionaba en torno a situaciones muy actuales para nuestra sociedad. Maikel fue, en este momento, muy atrevido en el tema abordado; desde la ingenuidad y simulando ser un infante, sus dibujos tocaban asuntos que podía herir los sentimientos de quien observaba.
Su estilo fue evolucionado. Nunca dejo de pintar y siempre fue más allá de lo representado. Sus investigaciones giran en torno a una cultura otra: la oriental. Búsquedas que hicieron que encontrara una nueva orientación y la última verdad en la Historia del Arte. Su modo de hacer es único, Sotomayor podemos afirmar posee un estilo muy personal; Rocío, en su taller impartido en la Academia de San Alejandro, le abrió una nueva ventana de posibilidades expresivas a través del uso del color con influencias de las fieras europeos. Maikel sabe que este paso por el grupo de los Nuevos Fieras es un fantasma que lo acompaña todos los días, sin embargo, ha sabido controlarlo y dejar a un lado el empleo de tonalidades estridentes. Ahora sus telas, en las que prima el verde, el carmelita, el negro, el blanco, son más íntimas, líricas y, hasta con matices románticos.
Recuerdo, no sé por qué, la clásica obra de Munch (El Grito) en la que se aprecia y se siente el espíritu de la pintura nórdica de finales del siglo XIX. Bueno, si sé, es que las telas de Maikel Sotomayor, en el día de hoy, son un tránsito por una geografía que se debe recorrer en solitario. El artista nos invita a acercarnos a su naturaleza y a escenarios discretos en el que se reúnen el día, la noche y la madrugada en un mismo lugar; donde, a su vez, aparece la silueta de la “espalda del maestro” con cuatro katanas clavadas en ella. ¿Quién es su maestro? Solo él lo sabe y, pienso, debe permanecer en el anonimato.
Sus obras, además, sugieren ambientes conocidos y desconocidos, solo debemos saber observar. Los troncos de los árboles, las rocas, el agua, las montañas, la luz, las sombras y algunos objetos funcionan como signos lingü.sticos que guían nuestra mirada y le otorgan movimiento y ritmo a las composiciones. Asimismo, según el crítico de arte David Mateo, quién ha realizado la curaduría de sus últimas muestras personales, “sus ambientes son mucho más complejos en cuanto a sus soluciones estructurales, más dinámicos en cuanto al tratamiento de la pincelada, la combinación cromática y la redistribución de los códigos visuales. Al irse distanciando de esa adopción abarcadora del entorno, y al privilegiar un tipo de paisaje algo más condensado y sintético, paradójicamente su procedimiento creativo ha ido ganado en complejidad técnica y artificios de sugestión”.
Debemos seguir de cerca el quehacer visual de este joven y talentoso creador, Maikel Sotomayor tiene muy claro sus objetivos. El paisaje es su inicio y su fin, es la esencia que ha encontrado para hablar de sus raíces y, por qué no, de su identidad.